El perseguidor de estelas

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  • Editorial La Hendija Ayacucho 649 - Paraná - Entre Ríos - Argentina - Atención de Lun. a Vier. de 9:00 a 12:00 - 16:00 a 20:00
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(2015)

…Luego de unos meses de observación (soy relativamente nuevo aquí), he notado que sólo el viejo Augusto Rojas se dedica a escribir con envidiable disciplina durante todas las tardes lo que piensa o rememora cada mañana. Disponemos en el ala oeste del edificio de una enorme galería que nos permite disfrutar de la inmensidad de la naturaleza –ya que nos brinda visiones de montes lejanos antecedidos por un interminable césped– y al mismo tiempo no nos deja reconocer el lugar exacto en donde estamos: la ciudad podría estar a cinco minutos o a doscientos kilómetros. Augusto Rojas se sienta cada mañana a observar el inalcanzable horizonte; sin embargo (yo lo intuyo), su mente y su espíritu vagan por rincones de lo pretérito, y de esas memorias frescas él hace su huella de tinta, horas después, en el atardecer, sentado en la misma silleta, enfrentado al repetido paisaje pero encerrado en la frenética ansiedad de la escritura en birome sobre un sencillo cuaderno en espiral. Desde el primer momento supuse que esta inquietud existencial (pues escribir se trata de eso) nos permitiría una aproximación y una conexión tal vez inolvidable…“

El perseguidor de estelas” de Martín César Romero Villán, nos transforma a nosotros lectores, desde sus primeras páginas, en perseguidores entusiastas y ensimismados de este relato intrincado y meandroso, que como un conjunto de espejos rotos nos ofrece pasadizos y vericuetos por los que nos internamos confiados, mientras el autor rápidamente mueve las esquizias que conforman la memoria de Augusto Rojas y esos espejos nos sorprenden una y otra vez con posibilidades no exploradas. La novela no nos permite distracciones a los lectores y nos lleva de principio a final con el ritmo cinematográfico de ese “quimérico museo de formas inconstantes” que es la memoria humana. 

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