Poéticas de la Patria

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  • Editorial La Hendija Ayacucho 649 - Paraná - Entre Ríos - Argentina - Atención de Lun. a Vier. de 9:00 a 12:00 - 16:00 a 20:00
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(2011)

Este coloquio es la ocasión de poder hablar en voz alta, de pronunciar sin miedo de anacronismo, las palabras patria y amistad. La primera hace tiempo desemantizada resuena de vez en cuando en discursos presidenciales y seguramente de manera nostálgica entre argentinos exiliados, aunque ha encontrado un reducto particular y lo sigue haciendo, en la poesía. En cuanto a la segunda, la amistad, tan exaltada en nuestra cultura, ha sufrido en las últimas décadas los embates del individualismo y de la desconfianza, propios de una época de miedo y de extrema necesidad. Releo para este coloquio la larga serie de poéticas de la patria  y percibo que el fantasma de la patria recorre todo la cultura argentina. La patria en armas del período revolucionario, la patria secuestrada de los exiliados bajo el rosismo, la patria prometeica y redentora de los poetas del 80, la patria desquiciada y corrupta bajo la pluma de Almafuerte, testigo de la crisis del 90, la patria cornucopia de la abundancia y crisol de razas del Centenario, la patria xenófoba de las Ligas Patrióticas, la patria del criollismo popular que sumó a la patria en construcción de la era aluvial el ingrediente rural, en la que se inspiraría, en la década del 20, la propensión al criollismo metafísico del Borges de Tamaño de mi esperanza.
Todavía a comienzos de la década del 60 solemnemente solíamos recitar, en la Escuela Normal de Paraná, la Invocación a la Patria de Leopoldo Herrera creada en vísperas del Centenario. “Ayer el sacrificio, hoy el trabajo, mañana la gloria/ Tus héroes abrieron el surco/ tus hijos fecundan la simiente/ las generaciones del porvenir cosecharán la mies…”. Patria destinada a la grandeza, inspirada en la virtud de sus héroes fundadores y cuya profesión de fe era el “evangelio republicano” que todos ayudábamos a construir. La Patria era en esta invocación una madre, una Matria”.Estos ensayos están fechados. Fueron escritos durante casi veinte años. Para referirse a ellos el autor toma dos citas para poner en evidencia el hecho de sentirse “argentino hasta la muerte”. La primera es el epígrafe  con el que se inicia la Rayuela de Cortázar: “Nada mata más a un hombre que sentirse obligado a representar a su país”, que, viviendo en el extranjero,  le impuso el deber de conocer mejor nuestro país. La segunda procede de un libro que le abrió un camino insospechado, La Historia de una pasión argentina de Eduardo Mallea (1936): “Hacia nuestra Argentina, argentinos insomnes: hacia una Argentina difícil, no hacia una Argentina fácil. Hacia un estado de inteligencia, no hacia un estado de grito. Quiero decir con inteligencia…” Los ensayos de este libro pretenden descubrir algunos momentos de esa inteligencia.

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